martes, 15 de abril de 2008

Arroz con popote



La territorialidad, es aparentemente algo muy animal, muy primitivo, a “basic instinct” pero muy real, la mayoría de la gente se considera civilizada y dueña de sus pasiones , desafortunadamente yo no entro en esa categoría, les diré el porqué de mi extraña afirmación.

Conozco mucha gente que cuando llega con alimento a algún sitio, procede, como lo dictan las normas de urbanidad y buenos modales, a ofrecer a los ahí presentes.

- gustas una galleta?
- Tu?
- Tu gustas?
- si gracias te robo una.

Así sucesivamente,hasta terminar con los presentes, suponiendo que el interfecto traiga consigo un paquetín de 6 galletas, a veces el andar de nalgasprontas deja al “compartido parroquiano” con UNA SOLA PINCHE GALLETA, no esta tan mal suponiendo q iba a quedar bien con alguna mujer pareciendo un tipo al que le gusta llevárselo bomba con los demás, pero si no , implicará otro viaje a la maquina expendedora, para saciar esa pequeña hambre, que se pensaba mitigar con las galletas, agreguese a este hecho el plus de que probablemente era el ultimo paquete de galletas.

Por mi parte soy muy territorial con mi alimento , en los casos como el anterior , procedo a empezar a comer mis galletas sin ofrecerle a nadie (cosa que parece molestar a las mujeres acostumbradas a q los lamebotas les ofrezcan en seguida), si llego a saciar mi hambre o antojo antes de despachar todas las galletas, procedo ahora si a ofrecer con un egoísta “ya no quiero, ¿alguien gusta?”.

Algunos consideran esto de mal gusto o mala educación , yo por mi parte no voy a alegar nada , me vale, es mi comida solo mía y la comparto con quien quiero y cuando quiero, no me gusta hacerle al educado ofreciendo galletitas a los demás cuando yo me estoy partiendo del hambre.

Recuerdo con claridad una ocasión en que una mujer con la que salí a comer, me dijo q no tenía hambre q solo pediría un té, (para las anoréxicas todo es té y ensaladitas), habiendo regresado la mesera, después de horrendos 10 minutos de ruidos estomacales de reclamo de mis vísceras, por negarles el alimento, llegó mi ansiado corte de carne, humeante , oloroso, invitante, en ese momento entro el switch que me convierte de ese mozo agradable y bello al modo egoísta.

Habían llegado MI bistec, MIS papas, MI bebida, MI pan, en ese momento la vista se me nubló solo estábamos los alimentos y yo, empezaba a salivar mientras cortaba la carne cuando de repente una manita salida de la oscuridad que me rodeaba rompió mi sacrosanto espacio personal y ROBÓ una de mis papas, en medio de mi estupefacción volteé a ver quien había sido el autor de esa atrocidad y vi a la anoréxica que con una sonrisita estúpida me decía “ay se me antojaron tus papas”.

La sangre se me agolpaba en las sienes, el instinto de reproducción y apareamiento había dado paso al instinto asesino, sentí ganas de matarla, golpearla , ahorcarla, arrastrarla de los cabellos, por mi cabeza pasaron miles de adjetivos agresivos “Pendeja, tarada, roba comida, anoréxica hija de la chingada, babosa, cuadrúpeda, analfabeta”, todas se agolparon en mi garganta y lo único que salió fue un gruñido entre enojo y enfado , no sabia si clavarle el tenedor en una mano o machucarle un seno con la botella de vino blanco o echarle la salsa dulce en la cara.

Afortunadamente en esos arranques no ha pasado nunca nada violento y al parecer el primitivo gruñido la hizo entender que no quería que tomara NADA de MI bistec, MIS papas, MI bebida, MI pan.

Los episodios animalescos siempre tienen su fin cuando mi estomago le dice al cerebro “ya guey hasta ahí”, entonces es cuando puedo decir con calma como persona civilizada “Gustas?”.

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